16 enero, 2008

El Ángel

Creo en la ilusión de aquel ser de alas etéreas
que me transporta a lugares insanos y alejados de la realidad indolente.
Creo en su habilidad de transformar mis entrañas en frágiles hilos de sangre
que me estrangulan para satisfacer su hambre.
Creo que en la insensibilidad de sus besos
se encuentra el camino de regreso a la vulnerabilidad del ser, del estar.
Sé que en su cuerpo de hielo salado me resguardaré de un destino incierto
que me lleva hacía un final que no hay porque anunciar.

Hay veces que puedo sentir su aliento en mis lumbares,
un aliento frío que me eriza la piel y trastorna las ideas funestas
para que piensen en verdes prados y nubes blancas.
Otras tantas veces puedo encontrar su voz en el balar de los borregos,
voz que retumba en las paredes y las estrella hasta que casi caigan en pequeños pedazos.

Muchas ocasiones lo vi en mis sueños,
ángel sereno,
dándome las alas que nunca tuve.
Robándome la vida en cada beso.

Hay noches que quisiera que se apagara la luna
y mantenerme en las tinieblas de su abrazo.
Hoy quisiera que volara,
para hundirme en el fugaz instante
que me separa de la única razón de mi irracional existencia
Para que mañana por fin muriera
y dejara de sufrir la sofocante agonía
de su inevitable e incomprensible ausencía.

To C. Celaya, one day it was

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